miércoles, 16 de marzo de 2022

Vendedor de flores *

   
Cerca del Metropolitan, en sus alrededores, me 
encuentro con un vendedor de flores. Va vestido con traje, corbata y abrigo. La tarde es lluviosa y lleva un gorro de agua, como el que usan los marineros, atado a la barbilla. La camisa le queda pequeña y no puede abrocharse el botón del cuello. Eso hace que la corbata no encuentre el centro y vaya de un lado para otro, descolocada, ladeada, mostrando las dos arterias que brotan del nudo. El resto se vira como si quisiera iniciar un movimiento de baile en espiral. Los puños de la camisa también los lleva desabrochados. Posiblemente le falten los botones o los puños sean demasiado estrechos. El abrigo, de paño, amplias solapas y tejido con diminutos cuadritos, tiene los ojales desgarrados.
   El hombre aparenta unos cuarenta años, va con barba de varios días. Tiene la nariz alargada y anchas aletas; su boca es grande y de labios gruesos. En una de las manos carga con una caja de cartón grande, rectangular, y en la otra muestra una flor. En realidad la ofrece, alargando el brazo para acercársela al posible comprador. La expresión de sus ojos, de la boca entreabierta y el gesto de su brazo extendido, es un lenguaje mudo pero explícito: «¡Vamos, cómpreme esta flor!».
   No pude sustraerme a ello y le alargo unas monedas. Él, sonriendo, me entrega la flor. Luego sigo mi camino hacia el Metropolitan. Hoy viernes estoy citado con Eddie. Vamos a ver Las bodas de Fígaro.

* Vendedor de flores al lado del Met (hacia 1940).

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