Entré en la calle y vi zapatos, botas, calcetines, cuerpos boca abajo, boca arriba, de costado, amontonados en el suelo, sobre cartones, dormidos.
El aire era espeso y agrio, y el sonido coral, polifónico: respiraciones hondas, graves, agudas; con sordina, ásperas. Todo un surtidor de alientos.
Al lado, a pocos centímetros de esta aglomeración de seres desquiciados, hay un pequeño recipiente, redondo, con agua, y a su vera una paloma vulgar —nada picassiana—, despeinada, con greñas, bebiendo de espaldas a los seres que duermen su infelicidad.
La paloma se retira del recipiente, toma distancia de él, mira a un lado y a otro, sacude el cuello y después las alas. Durante unos instantes se queda inmóvil, luego dobla el cuello y escarba en su pecho un momento antes de mirar a aquella gente y emprender el vuelo, como si huyera, en busca de una cornisa en la que dormitar.
* Grupo de hombres en el suelo durmiendo la resaca, mientras una paloma solitaria bebe de un tazón de agua, (New York) (hacia 1942).
No hay comentarios:
Publicar un comentario