sábado, 26 de noviembre de 2022

Él

Todo era perfecto: su rostro, los ojos, la boca, el pelo... El cuerpo. Como ella había soñado. Ahora solo restaba programarlo. Quería que fuera culto, sensual... erótico y sexualmente arrollador.

Eso no era barato, no; pero deseaba lo mejor. No le importaba el precio. Rachel podía costeárselo, y amaría a ese hombre durante el resto de su vida. Estaba hecho a su capricho. Sería su primer y único humanoide. Se casaría con él, y estaba segura que no necesitaría nada más en la vida. Si muchas mujeres buscaban el amor y después eran unas pobres infelices, unas desgraciadas, a ella eso nunca le sucedería. Nada podía fracasar en su caso.

El día fijado para ir a por su pareja al Centro Español de Creación Biológica y Programación de Humanoides se levantó temprano y nerviosa. Apenas había podido dormir y descansar durante la noche.

Se duchó, desayuno, arreglo... Hoy todo lo hacía maquinalmente. Su pensamiento estaba en otro lugar. Después de mirarse en el espejo del salón, y darse el visto bueno, se dispuso a salir. A sus indicaciones de voz, trasmitidas por el sistema inmótico del edificio, dos hombres llamaron suavemente a la puerta, y se situaron a ambos lados, entonces ella salió.

—Bueno días, señora.

—Hola, chicos. Vamos allá. Hoy será un día largo y entretenido.

Un tubo acristalado les condujo a gran velocidad hasta una planta baja, muy vigilada, donde su vehículo esperaba. Los acompañantes subieron a otro estacionado delante del suyo, y partieron.

La ciudad aparecía sumergida en un todo nebuloso, sin visibilidad, y donde solo era posible surcar las rutas ya fueras aéreas o terrestres mediante vehículos autónomos como los que transportaba a Rachel y sus guardaespaldas. La atmósfera de Madrid estaba convertida, hoy más que otras veces, en una especie de plasma que casi podía ingerirse, y donde las formas arquitectónicas aparecían como diluidas. Los habitantes, con sus rostros ocultos detrás de extrañas mascarillas necesarias para sobrevivir, daban a la ciudad un aspecto de soledad atroz. Solo los humanoides prescindían de ellas: no las necesitaban.

Cuando llegaron, ÉL ya estaba listo y acompañado por los máximos responsables del Centro. Hubo saludos e intercambio de palabras... información. Al mismo tiempo, el director, extendió a la presidenta toda la documentación acerca de su adquisición contenida en un dispositivo encriptado. Terminado el encuentro protocolarios, ÉL pudo acercarse hasta ella, bajo la mirada atenta de los dos guardaespaldas, y besarla en los labios. Su aliento era vaporoso, como una brisa. El hombre es hermoso, se dijo Rachel. Más de lo que imaginaba, mucho más. Todo el esfuerzo y el gasto ha merecido la pena, pensó.

Me llamo Libio, dijo el humanoide, y te conocí a través de un holograma, y ese fue el modo en que me enamoré de ti. La programación actual nos preparara y predispone, pero no lo hace todo. Nosotros... ya sabes, los manufacturados en laboratorio, tenemos capacidad y autonomía cognitiva una vez hemos salido del proceso de fabricación, y también de un potencial casi ilimitado para integrarnos socialmente e reinterpretar el estado de las cosas. Como sabes por la documentación entregada de mi historial soy doctor en medicina, concretamente médico forense, y me gustaría poder dedicarme a esta especialidad en un futuro, subrayó Libio.

A Rachel no le pareció mal. Deseaba formar una familia idéntica a la de los demás, la de sus amigas y conocidos, pero en ausencia de conflictos. Así pues por qué no iba a poder trabajar su recién adquirido hombre en lo que le gustase y para lo que estaba formado. ¡No trabajaba ella dirigiendo el país!

Esa primera noche hicieron el amor. Todo fue como Rachel esperaba: Libio era de una sexualidad arrolladora.

El desayuno estaba sobre la mesa. ÉL saboreó el primer café con leche y cruasán de su vida, mientras Rachel le observaba enamorada.

Luego Libio quiso saber cuánto tiempo llevaba ella programada. La presidenta respondió con una sonrisa y un beso húmedo en su boca. Relajate y descansa para esta noche porque saldremos a cenar y después follaremos, le dijo en un tono confidencial. Ahora tengo Consejo de Ministros.

Al día siguiente, temprano, el desayuno estaba sobre la mesa: el café humeaba y la bandeja con los cruasanes recién salidos del horno esperaba. El personal se encontraba en su puesto de trabajo, como cada mañana. Nada parecía distinto al de otros días en el Palacio de la Moncloa. 

#Historiasdelfuturo

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