martes, 28 de diciembre de 2021

Vuelta a la normalidad

He vuelto al hielo. Me he resistido durante dos largos días antes de sucumbir cobardemente: las sirenas cantaron y yo acudí solícito a la isla. Ni Herni ni Sam evitaron mi caída, pero lo hicieron por interés propio. Ellos me juraron que el hielo que ponían en mi bourbon era de la mejor calidad: el agua utilizada es la misma que sale por los grifos de cualquier casa de Manhattan. Ni mejor, ni peor, proclamaron a coro. Eso me tranquilizó, y a partir de ese instante me sentí menos cobarde, pero más imbécil.
Anoche estuvo en el Café Society Josh White con su guitarra. Por suerte Billie no estaba. Llegó más tarde. Josh cantó Strange Fruit, que había hecho famosa Lady Day. El público no estuvo muy conforme con su versión. Yo no pronuncio ningún juicio. No es necesario, ni merece la pena: nadie ha logrado interpretar Extraño fruto como Billie. Esto lo sabe todo el mundo. En sus actuaciones, allí donde va, siempre la canta en el bis:
Una de esas noches en el Café Society en el que Eleanora y yo solemos dedicar tiempo y tiempo a recordar detalles de nuestra vida que nos hicieron felices o desgraciados, ella me contó que la escritora Lillian Smith le dijo en una ocasión que Strange Fruit le había servido como inspiración para escribir su novela, a la que le había puesto el mismo título que la melodía. ¡Que tiempos!
Herni nos sirvió dos bourbon con hielo y seguimos hablando. Mejor dicho, Billie siguió hablando, y, yo escuchando ensimismado. Decía que la gente de la parte alta de Manhattan y la parte baja se diferencian en que la de la parte alta es más real. En nuestro ambiente, me contaba riendo, una puta es una puta y un chulo un chulo; un ladrón es un ladrón y un marica es un marica. Sin embargo en la parte baja y del centro, las cosas se ven de distinta manera. Y eso la sacaba de quicio, como a mi.
Ni ella ni yo entendíamos lo artificial y sinuoso de este doble lenguaje que se empleaba, donde una puta, no era tal, sino una mujer mundana; un marica podía ser un conquistador, mientras que una golfa podía ser una debutante, en tanto que un ladrón podía muy bien ser un ejecutivo, y un malparido alguien que no había sabido adaptarse y tenía dificultades.
Recuerdo que en otro tiempo y lugar las cosas no son muy distintas: el lenguaje es un medio para mal entenderse y conseguir, de este modo, deformar la realidad y confundir: puta ya no existe, ahora es mujer de la calle, pero por la calle van muchas mujeres y no son putas. Los maricas ahora no son conquistadores, sino gays, y además lo disimulan y cuando ya no pueden, se dice que “salen del armario”, es decir hacen un reconocimiento timorato, insuficiente, y que busca no comprometer al inquilino del jodido armario...Lo único que no ha cambiado es la designación de ladrón, que efectivamente puede muy bien ser un ejecutivo, como tampoco el de malparido, aunque fuera del Café Society y de Manhattan, más modernamente, se prefiere hijo de puta, aunque el significado no sea el mismo.
Es muy tarde, pero ambos nos quedamos -pido a Herni un par de güisquis más- porque actúa una pianista y cantante nueva, gracias a lo cual Billie podrá descansar unos días. Se trata de Hazel Scott.

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