He
vuelto al hielo. Me he resistido durante dos largos días antes de
sucumbir cobardemente: las sirenas cantaron y yo acudí solícito a
la isla. Ni Herni ni Sam evitaron mi caída, pero lo hicieron por
interés propio. Ellos me juraron que el hielo que ponían en mi
bourbon
era
de la mejor calidad: el agua utilizada es la misma que sale por los
grifos de cualquier casa de Manhattan. Ni mejor, ni peor, proclamaron
a coro. Eso me tranquilizó, y a partir de ese instante me sentí
menos cobarde, pero más imbécil.
Anoche
estuvo en el Café Society Josh White con su guitarra. Por suerte
Billie no estaba. Llegó más tarde. Josh cantó Strange Fruit,
que había hecho famosa Lady Day. El público no estuvo muy conforme
con su versión. Yo no pronuncio ningún juicio. No es necesario, ni
merece la pena: nadie ha logrado interpretar Extraño fruto como
Billie. Esto lo sabe todo el mundo. En sus actuaciones, allí donde
va, siempre la canta en el bis:
Una
de esas noches en el Café Society en el que Eleanora y yo solemos
dedicar tiempo y tiempo a recordar detalles de nuestra vida que nos
hicieron felices o desgraciados, ella me contó que la escritora
Lillian Smith le dijo en una ocasión que Strange Fruit le
había servido como inspiración para escribir su novela, a la que le
había puesto el mismo título que la melodía. ¡Que tiempos!
Herni
nos sirvió dos bourbon con hielo y seguimos hablando.
Mejor dicho, Billie siguió hablando, y, yo escuchando ensimismado.
Decía que la gente de la parte alta de Manhattan y la parte baja se
diferencian en que la de la parte alta es más real. En nuestro
ambiente, me contaba riendo, una puta es una puta y un chulo un
chulo; un ladrón es un ladrón y un marica es un marica. Sin embargo
en la parte baja y del centro, las cosas se ven de distinta manera. Y
eso la sacaba de quicio, como a mi.
Ni
ella ni yo entendíamos lo artificial y sinuoso de este doble
lenguaje que se empleaba, donde una puta, no era tal, sino una mujer
mundana; un marica podía ser un conquistador, mientras que una golfa
podía ser una debutante, en tanto que un ladrón podía muy bien ser
un ejecutivo, y un malparido alguien que no había sabido adaptarse y
tenía dificultades.
Recuerdo
que en otro tiempo y lugar las cosas no son muy distintas: el
lenguaje es un medio para mal entenderse y conseguir, de este modo,
deformar la realidad y confundir: puta ya no existe, ahora es mujer
de la calle, pero por la calle van muchas mujeres y no son putas. Los
maricas ahora no son conquistadores, sino gays, y además lo
disimulan y cuando ya no pueden, se dice que “salen del armario”,
es decir hacen un reconocimiento timorato, insuficiente, y que busca
no comprometer al inquilino del jodido armario...Lo único que no ha
cambiado es la designación de ladrón, que efectivamente puede muy
bien ser un ejecutivo, como tampoco el de malparido, aunque fuera del
Café Society y de Manhattan, más modernamente, se prefiere hijo de
puta, aunque el significado no sea el mismo.
Es
muy tarde, pero ambos nos quedamos -pido a Herni un par de güisquis
más- porque actúa una pianista y cantante nueva, gracias a lo cual
Billie podrá descansar unos días. Se trata de Hazel Scott.
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